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miércoles, 20 de julio de 2011

Justo Entre el Llanto y la Risa


Y entonces miras espejos líquidos, preguntando por el reflejo del tiempo y cuestionando emociones, respuestas carentes de ti, pero no dejas de silenciar la estrofa de armonía, no dejas el sonido fulmínate en ti, corres pretendiendo encontrar las paginas angustiadas de trágicas palabras rotas y coherentes, tratas de arañar imágenes plasmadas en el recordatorio de lo que eres, de lo que lastima en tu pecho, de lo que debiste no haber contado, de las tardes cuando las ramas del árbol cambiaron de sentido y tú acostada abajo viendo como las nubes nunca plantearon un horizonte de recuerdos, donde el viento soplo tu memoria y donde debimos contarnos historias distintas. Donde cruzamos el pasado cargado de olas sin salvación, de momentos sin acciones, de existir sin sentir, de mirarte y cerrar los ojos volteando lo mirado, escuchando un agudo eco de sensaciones frustradas, de llanto apagado, de cuando respiras el aroma fresco del ambiente después de llover, esa sensación en tu rostro cuando la pequeña brisa te toca y miras a la perspectiva donde se dibujan rayos luminosos de un sol incipiente de montañas, con olor a humedad, arboles zigzagueando de izquierda a derecha, de cúpulas mojadas y troncos tiernos. Lloras entre la confusión de charcos de agua y emociones que nunca antes supiste expresar, justo entre el llanto y la risa, esa transición inolvidable, sin conocerla, sin humedecer tus labios arrodillados a un espacio exorbitado de carismas falsos y pretensiones rabiosas. Entre las miradas y los segundos para escupir cualquier vaga palabra, para estar arto de lo que flota en tu mente, de arrancar toda la sangre de lo que recuerdas, de lo que fue, de lo que eres, de lo que no puedes decir sin llorar, de lo que escribes…, de ti, de mi.

1 comentario:

  1. Pese a la oscuridad que nos habita, lo que se ES, es una maravilla. Hay muchos cuartos internos en construcción y reconstrucción. De ese dificultoso movimiento, de pronto, en el momento menos esperado, la mirada deja de ver ilusiones para observar lo que por fin se le presenta y sentir al ritmo de la sonrisa que antes sólo sueño era. Entonces, las pablaras cesan su tormento.

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