YO NO PUEDO TENERTE NI DEJARTE...
Yo no puedo tenerte ni dejarte,
ni sé por qué, al dejarte o al tenerte,
se encuentra un no sé qué para quererte
y muchos sí sé qué para olvidarte.
Pues ni quieres dejarme ni enmendarte,
yo templaré mi corazón de suerte
que la mitad se incline a aborrecerte
aunque la otra mitad se incline a amarte.
Sor Juana Inés De La Cruz
Estas
palabras están hechas por una monja que nunca conoció el mar, aunque escribió de
él. Una mujer que no viajó al espacio, pero intento descifrarlo. Miro las
estrellas a través de su telescopio; una poeta que, aunque le llevamos 3 siglos
de distancia, aún nos seduce con la cadencia de su lírica; la monumentalidad de
su genio y los claroscuros de su enigma.
Margo
Glantz la ha llamado el genio de su siglo. Alfonso Reyes aseguró que no es fácil
estudiarla sin enamorase de ella. Mientras que Octavio Paz, la definió como una
luminaria.
Pero,
porqué, qué hizo una monja para despertar tal fascinación, tanto en las voces
de su época, como en la nuestra, aquella musa de anillo y velo, de plumas y
astrolabios, glorioso honor de la nación mexicana.
Quien
es esa que le ha robado la sonrisa de Mona Lisa, para surgir en los billetes de
200 pesos, aquella de la que se especula tanto: ¿Qué si fue feminista? ¿Lesbiana?
¿Rebelde o casi Santa? ¿Qué si fue víctima de la censura de la iglesia, por atreverse
a escribir o estudiar? ¿por desafiar a los hombres de su época? Por dialogar
con Dios desde la ciencia…
La
décima musa, Fénix de América, Sor Juana Inés de la cruz…
En
1850 el poeta y escritor danés Hans Christian Andersen, maestro de la
literatura fantástica publicó un libro en prosa dedicado al Ave Fénix, ese ser mitológico
que se conocen en las leyendas imaginarias de múltiples tradiciones antiguas,
como emblema de resurrección y símbolo del sempiterno sol naciente. En sus líneas,
Christian Andersen describe al fénix: “el pájaro vuela entorno a nosotros,
rauda como la luz, espléndida de colores, magnífica en su canto. Cuenta le
leyenda que vive en Arabia, y que cada 100 años se da la muerte abrazando su propio
nido y que del rojo huevo sale una nueva ave fénix… la única en el mundo.”
Andersen
retoma el mito contado por Heródoto en la Grecia antigua, de que el ave Fénix
incendiaba a sí misma sobre un nido de mirra cuando era tiempo de morir,
siempre resurgiendo del polvo gris con su plumaje intacto de tonos dorados
púrpura y escarlata. Pero además de la acepción de criatura mitológica, símbolo
del fuego inmortal, Fénix era comúnmente un calificativo otorgado a personajes
de talento extraordinario como Sor Juana Inés de la cruz. Nacida,
forjada y celebrada en la segunda mitad del siglo XVII, Sor Juana fue laureada
tanto en Europa como en la Nueva España como la décima musa y Fénix de América,
superlativos que rendían honor a su apasionado estilo y sus provocativas rimas.
Sor
Juan escribió en todas las métricas del siglo de oro español: Sonetos, romances,
liras y hasta villancico que nada tienen que ver con esas melodías odiosas que
suenan en los foquitos de Navidad. Escribió versos en Náhuatl y latín, un poema
que se puede leer en tres direcciones distintas; obras de teatro y tratados
teológicos, convirtiéndola, no sólo en una de las representantes más altas y prolíferas
de la historia literaria de nuestro país, sino de toda la literatura en
castellano.
En
su carta titulada “respuesta a Sor filotea de la cruz” una mitad respuesta y
una mitad autobiografía escrita 5 años antes de su muerte, Sor Juana abre
reciente su vida y nos relata en claroscuros, hechos determinantes de su niñez
y de su tempranísimo ser de conocimiento:
“Desde
que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la
inclinación a las letras que ni agencias reprensiones, ni propias reflejan han bastado
para que deje este impulso que Dios puso en mí.” Declara Sor Juana en su
respuesta: Y luego se refiera a su habilidad de hacer versos: “En mi es tan
natural que aún me violento para que esta carta no lo sea.”
“Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar…
que fuera en mí desmedida soberbia sino, sólo por ver si con estudiar ignore o
menos así lo respondo y así lo siento.”
Pero
no podemos seguir hablando de Sor Juana sin detenernos a citar algunos de sus
versos, ejemplos dignos de la poesía más audaz, bella e ingeniosa, que jamás se
haya escrito en nuestro idioma. A diferencia de otras monjas escritoras, Sor
Juan trasciende el cerco de poesía mística y explora de maneras intrincadas y
profundamente intelectuales aspectos de la naturaleza, la ciencia y el sentir humano.
Incluso,
más allá de sus infames redondillas de hombres necios, poseen estrofas aún más
contundentes que las más conocidas, como aquellas donde sanciona, con la
firmeza de su pluma, la doble moral de los hombres frente al comportamiento de
las mujeres:
“Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite ingrata,
y si os admite es liviana.
Pero
quien se anime a leer a Sor Juana, más allá de hombres necios, descubrirá que, ese
mito de que escribía contra los hombres, en realidad fue una juglaresca de
estrofas vivas, que cantaba con especialidad al amor, o, mejor dicho, al
desamor.
Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
Como
ese Soneto que describe a la perfección el desdichado triángulo amoroso donde a
quien amamos no nos corresponde, y a quién nos ama no correspondemos:
Al que ingrato
me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato
de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.
O
aquella lira donde dominó la sinestesia mucho antes que lo modernistas:
Óyeme con los ojos,
Ya que están tan distantes los oídos,
Y de ausentes enojos.
Esos
versos donde insiste, que el amor debe rendir pruebas:
Salgan signos a la boca
de lo que el corazón arde,
que nadie, nadie creerá el incendio
si el humo no da señales.
Igual
de fascinante es, cuando osa atacar a la esperanza:
Enfermedad de la esperanza
la desesperación o la confianza:
¿quién te ha quitado el nombre de homicida
si se advierte que suspendes el alma entretenida.
Por
ello la llaman la loca, decrépita y se burla de los ilusos.
Que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.
Y
por supuesto, como olvidar ese poema donde defiende a los celos:
¿cómo sin tenerlos puede
el amor estar perfecto?
¿hay celos?, luego hay amor;
¿hay amor?, luego habrá celos.
Y
su última carta:
Y así, Amor, en vano intenta
tu esfuerzo loco ofenderme:
pues podré decir, al verme
expirar sin entregarme,
que conseguiste matarme
mas no pudiste vencerme.
Según
el relato de su primer biógrafo, el jesuita Diego calleja, El virrey vívido por
el morbo y el deseo de comprobar si la inteligencia de Sor Juana era auténtica,
convoca a 40 expertos de la ciudad para que sometan a Juana Inés a un examen
exhaustivo de conocimiento del cual resulta ilesa. Esta anécdota resulta
imprescindible en la construcción de la figura de Sor Juana y el mito de su
sabiduría casi sobrenatural; curiosamente ella no repara en este hecho en su
autobiográfica; lo que, sí menciona Sor Juana en su carta, es su completa renuncia
al matrimonio y su deseo de vivir sola, sin labor, o compañía que la distrajera
de su estudio al que se refiere como el sosegado silencio de los libros; y
conducen a tomar el hábito y la cruz:
Era
lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de la
seguridad que deseaba de mi salvación; a cuyo primer respeto (como al fin más
importante) cedieron y sujetaron la cerviz todas las impertinentillas de mi
genio, que eran de querer vivir sola; de no querer tener ocupación obligatoria
que embarazarse la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese
el sosegado silencio de mis libros.
EL PRIMERO SUEÑO:
El
primero sueño es un poema de 975 versos que acontece durante la noche cuando el
alma abandona el cuerpo en una pretendida quimera que la eleva las esferas
celestes, hogar de las inteligencias cósmicas y de los ángeles. Durante el
sueño, una sombra piramidal con un eclipse donde se proyectan los contornos de
la luna embistiendo los cielos y en el espacio el alma que aspira descubrirlo
todo alcanzar las Estrellas y descifrar el origen del Cosmos se confronta con
el silencio y la saturación del universo ahí ve reflejado sus anhelos sus
capacidades y su imposibilidad de asimilar el conocimiento.
El
primer sueño es un poema único, una composición que, si bien imita las formas y
las métricas de la tradición barroca representativa, también es una suma
literaria y filosófica de toda la época. En el primero sueño, Sor Juana
demuestra su saber científico, ella conocía de la ciencia médica, por ejemplo,
apela las causas fisiológicas del sueño que necesita de ciertos vapores para
emprender ese viaje imaginativo
En
el poema, el lector junto con Sor Juana, vive en la ansiedad que transita el
espíritu al intentar calcar las formas del universo a través de la imaginación,
por ello el poema se vuelve casi indescifrable en las primeras lecturas. Ese
sueño que no es más que una ficción termina al despertar el alma, y regresa al
cuerpo, vuelve a la tierra a su realidad y se descubre en su derrotada.